

El sabor del tamarillo viene a enriquecer nuestra Literatura isleña. Muchas de sus narraciones atesoran una importante y acaso inédita contribución al patrimonio inmaterial de nuestra tierra. En ellas nos reconocemos como pueblo y sin duda refuerzan el extraordinario mosaico de nuestra idiosincrasia.
Este conjunto de relatos ha sido el trabajo de varios años de dedicación a la escritura y al interés por el patrimonio y, especialmente, a recordar algunas tradiciones y oficios que han desaparecido y que estas narraciones permiten que nos acerquemos a ellas de un modo fluido.
Aunque la mayoría se alejan de una vivencia directa, en alguno de ellos permean algunas vivencias infantiles, contadas en torno a la mesa y transmitidas de padres a hijos y son producto de una oralidad que se mezcla con la creatividad.
En cada narración hay una mirada particular, dimana una historia, basada en el misterio sanador de un castaño hechizado que nos recuerda oraciones perdidas en los senderos de la memoria y de la historia de mujeres que cargaban leche o pinocha que trasportaban sobre sus cabezas en cacharros o fardos de saco. Otras están atravesadas por la mirada de una niña que contempla el mundo desde su particular pupila, algo ingenua pero llena de verdad.