LA MUJER QUE OBSERVA
En La mujer que observa se nos habla de la fugacidad del tiempo, y se nos dice “que no tienes todo el tiempo del mundo”.
Y ¿qué observa? Lo efímero de la vida, lo que no se ve, la historia que se repite, una exposición donde puedes formar parte de la escena, una conversación que envuelve el humo, hablando en un bar, la raya de tus calcetines de colores, o el aire somnoliento de la noche, tal vez lo prohibido, o el vuelo de los días; ver como caen las horas, o ir en busca de la verdad desnuda....
Subyace en esta obra una observación detenida y crítica del tiempo de la pandemia.
El paisaje interior se manifiesta en poemas como: “Ancianos de nadie”, “El mar de la vida”, “La ventana de tarde gris, pausada, que se esparce por el mundo”, “La Marea Blanca” que inunda las calles, y las noches negras sin linternas ni estrellas, noches de lunas apagadas.
Poemario que nos habla sobre las derrotas, saludos y adioses que nos dimos de lejos, y que ya latían en “Art Disidente” o en “Vivir para ser” en “Sin aplausos”.