La palabra del poeta es una pedrada, un aguijón, una picadura de avispa que intenta mantenernos despiertos para que seamos capaces de alzar la voz y levantar el vuelo. Pues entre todos hemos ido tolerando la destrucción de nuestro paisaje físico y mental, de nuestras emociones, de nuestra historia, de nuestra cultura. La ruina de todo aquello que nos eleva y dignifica entre los pueblos.
Me parece encomiable que todavía haya gente como Francisco Viña: así de desprendida, así de retadora. Con una palabra que fustiga a los dormidos, que resuena como un látigo en las sombras.
Luis León Barreto
En la frontera temporal del amigo y del poeta, señalo como su valor capital la identidad de pensamiento y comportamiento, advertido desde que lo conozco y ya van años. Con esa premisa, es dueño y señor de sus logros y de sus errores y de los asuntos pendientes que cuelgan de cada quisque; responsable confeso y pertinaz de sus nostalgias líricas y sus declaraciones airadas, de las expresiones de su sensibilidad e ideología, de su compromiso radical, atemperado por el tiempo vivido...
Luis Ortega Abraham
Francisco Viña, drago sensible e irónico, nos conforta con una ráfaga de brisa libre en su obra Memoria reciente. Nos conquista por su cisco perpetuo por la utopía de un mundo feliz, que con gentes como él llegará más pronto que tarde.
Sus gritos desgarrados conmueven el alma de los seres libres, les ayuda a escapar de la herrumbrosa jaula de la vulgaridad. Su poesía desde el arriba parias de la tierra disipa la penumbra de este mundo mecanizado y sin delicadeza entre quienes habitan sus penas.
Miguel Ángel Díaz Palarea