Sí, Alonso, no te detengas, parte veloz a llevar el fuego y la espada a los gloriosos campos de la muerte; destruye a un pueblo inocente, para satisfacer tu ambición y tu gloria. En tus belicosos arrojos, no perdonas el pudor de la hermosa doncella ni las canas venerables del anciano. Trastorna la Naturaleza entera, desecha como debilidades vergonzosas la piedad y conmiseración, y, siendo vencedor, nada temas. Los historiadores te nombrarán, no para admirarte como a un héroe, sino para que se te considere como un hombre furibundo del que las generaciones futuras deben espantarse.
Manuel de Ossuna y Saviñón La Laguna de Aguere, 1837